miércoles, 30 de noviembre de 2011

El CSI de las firmas en el arte.

La habitación es pequeña. El laboratorio apenas mide unos metros cuadrados en los que acumula una tecnología puntera. En un lado de la mesa se acumulan, en un montón ordenado de archivadores, las verificaciones judiciales rutinarias. Los contratos falsificados y esos autógrafos fiables que después resultaron no serlo. Junto a ellos, una carpeta negra y grande. Parecida a la que cualquier estudiante de Bellas Artes pasea por un campus. Dentro, la joya de la corona. Una obra de arte que, dos años de trabajo después, José Pedro Venzal puede certificar: las manos de Turner crearon ese cuadro.
Un rincón cuarteado del cuadro guardaba la pista inicial. Debajo de una capa de humedad, empeorada por el mal estado de conservación, se ocultaba una firma. A simple vista, uno puede apreciar poco más que lo que parece una r final. La 'r' característica de Turner. Los microscopios, con cámaras que emiten en directo al ordenador, fueron el primer paso en el laboratorio de José Pedro Venzal. La pantalla devolvía una imagen aumentada de aquellos trazos. La idea del autógrafo parecía cobrar fuerza. Su experiencia como perito caligráfico era la herramienta necesaria para desvelar la incógnita sobre aquella supuesta obra del paisajista inglés que había llegado a su despacho.
En el reverso le esperaba un nuevo mensaje. Mof#9 parecen citar una combinación de letras y números encima de un largo subrayado. Una línea que desveló el primer secreto del cuadro. "Atraviesa el doblez del lienzo, de lo cual se deduce que fue escrito antes de colocar la tela en el bastidor", apunta José María Venzal. El significado parecía ser más complicado. "En Inglaterra la almohadilla se utiliza como abreviatura de número, con lo cual podríamos pensar que esta obra era la novena de una colección", añade.
Aquellos dos bloques de texto diferentes pusieron en marcha la búsqueda de lo que Venzal denomina "documentación indubidativa": textos que Turner hubiera escrito de su puño y letra. La Tate Gallery se convirtió en su objetivo. Por sus manos pasaron cartas, peticiones de pintura e incluso cheques de banco. De ellos, extrajo los "gestos tipo" de la escritura del pintor inglés. Sus T de final anguloso, la J tumbada y convertida casi en una U, los 7 y los 9 inclinados. "Son elementos inconscientes en los que no repara un falsificador", asegura el investigador.
El Luminis Tr, un aparato de última generación capaz de radiar los documentos con distintas fuentes de luz –desde la blanca a la ultravioleta, pasando por el infrarrojos y las luces metaméricas–, fue el siguiente paso. Sus focos son capaces de adentrarse en los trazos como si de una radiografía se tratase. La pintura queda a un lado y aparece la presión del puño. Una característica que tampoco puede imitar un falsificador. "En el caso de esta firma era más complicado porque estaba realizada con pincel y la definición no es siempre la que el autor pretende", apunta Venzal.
Hace apenas cuatro años que el aparato se implantó en el mercado. Su técnica, el análisis multriespectral por luminiscencia cromática, es tan certero como complejo. Bajo su radiación, el ojo humano distingue la firma de Turner. Como de la nada surgen dos iniciales en mitad del óleo que parecen corresponderse con las del artista. "Era algo habitual en él, lo denominan parte de su carácter juguetón", señala Venzal. El investigador va más allá y descifra que fueron escritas antes de la última capaz de barniz. Algo que, los aumentos del Luminis Tr devuelven como un relieve en el lienzo.
"La virtud de este sistema es que hace visible al ojo humano lo que oculta la pintura. Incluso los arrepentimientos sobre los que volvió a pintar", afirma el mallorquín. Dos años de trabajo y más de cien folios de informe han dado su fruto en un pequeño laboratorio de Camp Redó. "He demostrado y puedo demostrar que tanto la firma, como el texto de las iniciales y el reverso, son del puño y letra de Turner", sentencia categórico. Pero en realidad, José Pedro sabe que para las casas de subastas y el mundo del arte la ciencia no es suficiente. "Siempre ha pesado más un nombre reputado", añade. Por eso, lanza un órdago a quien quiera recogerlo. Su sistema es tan fiable que daría siempre el mismo dictamen. ¿Alguien dispuesto a repetirlo?. (FUENTE: EL MUNDO).

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