lunes, 26 de marzo de 2012

Tres años de cárcel para un hostelero por amputar el dedo a una camarera.

«Vino como un loco. Le dije que pagara lo que me debía y que, si no lo hacía, no aguantaba ni cinco minutos más en el bar. Me pidió que pasara a su despacho y que firmara la renuncia. Yo le contesté que no lo haría porque llevaba 11 años cotizando y que eso sería como irme con una mano delante y otra detrás. Mi familia depende del sueldo que yo llevo a casa. Así que si quieres, me echas tú», zanjó María José Madrazo.
Las discusiones entre la camarera del BeerHouse, un popular establecimiento del barrio bilbaíno de Deusto, y su jefe, Pedro María Joga, eran habituales desde que este hostelero y su pareja tomaron el relevo al matrimonio que había explotado anteriormente el local. Al poco de hacerse cargo, la empleada comenzó a sufrir la «persecución» de su jefe, al que denunció en reiteradas ocasiones por «acoso psicológico» al negarse a prolongar su jornada laboral. «Quería echarme del trabajo y no sabía cómo hacerlo». Tampoco les fue mejor a sus otros dos compañeros. Todos acabaron en la calle, acuciados por las deudas del empresario por impago de alquiler. «Tuve que coger la baja por ansiedad a cuenta del 'mobbing' que me hacía», aclaró María José. Sin embargo, aquel 4 de septiembre de 2009, la trifulca acabó en una «salvaje agresión», según lamentaron ayer responsables de Comisiones Obreras.
«Puñetazo fuerte a la barra»
El empresario se «abalanzó» sobre la víctima tras realizarle ésta un «gesto» con el dedo índice de su mano derecha, «que tenía apoyada sobre la parte de la barra por donde transitamos los camareros. Levantó de forma deliberada la parte móvil del mostrador, me atrapó el dedo y después pegó un puñetazo fuerte sobre la superficie de la barra para causarme más daño», detalló. «El dedo se me cayó», expresó con una frialdad que puso la piel de gallina a más de un periodista. «Se me quedó colgando de un hilo de piel», remarcó con un tono tenue que reveló la angustia «física y psíquica» que ha padecido durante los últimos cuatro años por parte de este «maltratador» al que la sección segunda de la Audiencia Provincial de Bizkaia condenó, el 17 de marzo de 2011, a tres años de prisión y al pago de una indemnización de 7.578 euros.
Los mismos magistrados ratificaron este fallo el pasado 20 de febrero, después de que el Tribunal Supremo rechazara el recurso de casación que interpuso el condenado al considerarle autor de un delito de lesiones «con deformidad». La sentencia de la Audiencia vizcaína le obliga también al pago de las costas procesales, incluidas las de la acusación particular.
Como consecuencia de la agresión, la trabajadora sufrió la amputación «casi completa de la falange distal del segundo dedo de su mano derecha», por lo que requirió una primera asistencia facultativa y un posterior tratamiento quirúrgico en una clínica especializada en reimplantes de Santander. El fallo subraya que, además de permanecer tres meses de baja, padeció un cuadro de ansiedad «reactiva al acontecimiento traumático».
La declaración de la «médico forense», se felicitó ayer la camarera, fue determinante para que el tribunal reforzara la autenticidad de su testimonio y echara por tierra el del hostelero, que tildó el percance de «un mero accidente». El acusado sostuvo que la caída de la parte móvil del mostrador -mecanismo causante de la lesión, según la Audiencia- fue «fortuita». Los magistrados, que citaron el pasado 6 de marzo al condenado a recoger el mandamiento de ingreso en prisión, sostienen que las declaraciones de los testigos de Pedro María Joga no «merecían credibilidad».
En los días previos a recoger el alta, la paciente consiguió que el director médico de Mutualia le reconociera «un daño psicológico» y alargara el periodo de baja «un mes y pico más. Les dije que yo no podía volver a trabajar con mi maltratador, porque era como enviarme al matadero. Sería la crónica de una muerte anunciada», recordó. María José Madrazo explicó que solo cuando el agresor «bajó la persiana del bar para darse a la fuga», pidió el alta médica «para poder gestionar los papeles y cobrar el paro. Ya no había peligro de encontrarme con ese individuo», concluyó. (FUENTE: EL CORREO).

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