martes, 1 de mayo de 2012

Diagnóstico médico de obras de arte (1/5).

El doctor Francisco Javier Barbado ha puesto al servicio de los pacientes que han pasado por su consulta de medicina interna del Hospital de La Paz de Madrid durante décadas todos sus conocimientos, su experiencia y su humanidad. Pero este médico atiende a otros enfermos, se puede decir que más singulares, a los que somete a la lupa del diagnóstico médico de vez en vez y con mucho gusto. Se trata de personas y personajes retratados en famosas obras de arte, en cuyo análisis es experto. A través de signos como el gesto, la morfología del cuerpo u otros más evidentes, explica en clave científica obras mundialmente conocidas.
Esto puede antojarse una curiosidad, pero no lo es si se tiene en cuenta que el fruto de la pintura de los artistas a través de los siglos es empleada para completar la formación de médicos. El doctor Barbado es, desde 1985, el tutor de docencia de Medicina Interna del citado hospital universitario madrileño. Desde aquel año, se han impartido 1.509 seminarios de sesiones clínicas, de los cuales 25 se han dedicado a la relación entre el Arte y la práctica Médica y en ellos se estudia la pintura y la literatura, por ejemplo.
«No es habitual encontrar esta mezcla en un programa científico, pero ha resultado ser muy útil», puntualiza Barbado. Algunos seminarios docentes han tenido títulos tales como ‘La enfermedad en la pintura de Velázquez’, ‘Un internista visita el Museo del Prado’, ‘La medicina en la historia de la pintura’ o ‘La pintura en la formación del médico’. «Es útil en la formación porque algunos cuadros presentan signos físicos aislados y muchos otros son prototipos, auténticos testigos científicos de una enfermedad y cómo ha evolucionado el tratamiento de ésta en la actualidad». Este experto realiza para Salud Revista.es, desde su experiencia y como valoración personal, el análisis médico de cinco famosas obras que, por el retratado o por lo que ilustra, son paradigmáticas.
1) El bufón Don Sebastián de Morra, de Diego de Velázquez
Prototipo de la enfermedad denominada acondroplasia. Este retrato es un libro abierto de síntomas: la frente ancha, la nariz ensillada, discreta hipoplasia lateral facial y, evidentemente, extremidades cortas. Hábilmente, Velázquez no le pinta las manos para ocultar la mano en tridente que va asociada a esta patología. Eso denota un gran respeto hacia el retratado, algo que además refleja el hecho de haberlo sentado para evitar plasmar las piernas cortas y arqueadas. Cuando se pintó, la acondroplasia era poco más que una curiosidad. Ahora se sabe que es hereditaria y que está causada por la alteración del cromosoma 4. ¿Cómo iba a imaginar Velázquez que siglos después se iba a conocer la mutación de un gen que provocaba la alteración de los cartílagos de los huesos largos, que se osifican, y por ello impide el crecimiento normal? Otro síntoma que refleja muy bien el cuadro, y que hay que tener en cuenta en el análisis, es que en estos casos no se da alteración intelectual. Esto queda claro gracias al perfecto reflejo que el artista hace de la mirada de Don Sebastián de Morra: agresiva, insolente, inteligente y realmente dura. (FUENTE: EL CORREO).

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