viernes, 29 de marzo de 2013

Enrique IV: Así se reconstruye una cara a partir de una calavera.

Una cabeza momificada comprada por tres francos y conservada en una caja de madera durante casi todo el siglo XX ha permitido la reconstrucción y digitalización del cráneo del primer Borbón rey de Francia, que también lo fue de la Baja Navarra. El resultado es de tan nítida apariencia que parece una fotografía actual de gran resolución. Sin embargo, detrás de esta imagen hay un complejo proceso de reconstrucción y análisis, incluso genéticos, para determinar tanto los detalles del rostro como el propietario de la cabeza, lo que ya ha generado algunos detractores.
Así se reconstruye una cara a partir de una calavera

Imagen final de la reconstrucción del rostro de Enrique IV de Francia y III de Navarra.
La cabeza se atribuía al rey francés Enrique IV y así lo confirmó una investigación internacional en la que participó el CSIC tras comparar material genético de la cabeza con una muestra de sangre del decapitado rey Luis XVI. Esto es fácil si se tiene una muestra de sangre, pero la ejecución de Luis XVI tuvo lugar en 1793. Cosas de la historia o de la casualidad, un testigo de la muerte del monarca galo guardó un pañuelo con la sangre de éste en el interior de una calabaza y lo hizo escribir en la decoración exterior de la misma.
El ADN de la sangre del pañuelo y el de la cabeza momificada «pertenecen a la misma línea de descendencia paterna y mantienen una distancia de siete generaciones», señaló el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC). El análisis sirvió además para confirmar la autenticidad de las dos reliquias. Según el estudio, la genética de ambos monarcas contiene un cromosoma muy raro en las poblaciones actuales y todos los miembros varones de la Casa Borbón, incluidos Juan Carlos I y el Príncipe Felipe, deberían tener el mismo, según explica el CSIC.
Reconstrucción detallada
Una vez que la cabeza tenía nombre y apellidos quedaba el minucioso proceso de reconstrucción facial. Los primeros trabajos para precisar el rostro del primer Borbón rey de Francia, asesinado en una callejuela de París en mayo de 1610, fueron realizados por el equipo de investigación de la Universidad Médica de la capital francesa. Después, el experto Phillipe Froesch, desde su estudio de Barcelona, reconstruyó la cara con la ayuda de 700 imágenes en blanco y negro de la calavera. Sin olvidar el detalle de que apenas le quedaban dientes cuando murió con 56 años a manos de un fundamentalista católico.
Así se reconstruye una cara a partir de una calavera

Fases de la reconstrucción de la cara de Enrique IV.
Tras definir el tono de la piel, el color de los ojos, el cabello y las arrugas se asignaron otros detalles como las cejas, la pilosidad facial o el sombreado para dar una apariencia natural, teniendo en cuenta el deterioro de los últimos meses de su vida, todo, según los informes científicos forenses. El resultado se acerca bastante a la iconografía conocida de Enrique IV, pero con la calidad de una imagen de alta resolución.
Para calcular el tamaño de la nariz el experto utilizó técnicas que usa la unidad antiterrorista del FBI. Froesch admitió que el rey parecía mayor de 56 años, edad a la que murió. Entendible si se tienen en cuenta los "excesos y la lamentable higiene". Enrique IV fue descrito como la "encarnación de la identidad nacional francesa", famoso por ser un amante incansable -quien llegó a declarar que "hasta los 40 pensé que era un hueso"- y de él se decía que apestaba a ajo, pies y sudor.
El rey sin cabeza
El cadáver de Enrique VI, tras su muerte y momificación en 1610, fue enterrado en la basílica de Saint-Denis, junto al de otros monarcas franceses. Sin embargo, en 1793, durante la Revolución francesa, los cuerpos fueron extraídos de sus tumbas y enterrados en una fosa común fuera del edificio. No corrió la misma suerte la momia de Enrique IV que estuvo expuesta durante varios días al público y sufrió todo tipo de mutilaciones, entre ellas la de la cabeza.
En 1817 devolvieron a su lugar original los cadáveres, pero a tres les faltaban sus respectivas cabezas, entre ellos el de Enrique IV. El cráneo estuvo en paradero desconocido durante más de un siglo, hasta que en 1919 un anticuario lo compró por 3 francos en una subasta. No consiguió su venta a pesar de que pregonaba su procedencia real y, a su muerte, la hermana del anticuario custodió la reliquia hasta que se la vendió en 1955 por 5.000 francos a un particular que la mantuvo oculta en su casa durante 55 años. La presión de unos periodistas hizo que en 2010 el jubilado confesara que poseía la cabeza y que la cediera para la posterior investigación científica que demostró que el cráneo era el de Enrique IV. Ante la evidencia, el jubilado pidió que la cabeza fuera entregada a Luis Alfonso de Borbón Martínez-Bordiú, descendiente directo y jefe de la casa borbónica, además de pretendiente al trono francés como Luis XX.
Luis Alfonso, primo segundo del Príncipe Felipe, posee la custodia de la cabeza momificada -que la considera "un patrimonio familiar pero sobre todo patrimonio nacional" francés-, para la que ya ha solicitado que sea enterrada en la necrópolis de la basílica de Saint-Denis, como el resto de reyes franceses, "en las condiciones más dignas posibles". Además, considera que "sería la ocasión de restituir los demás restos" de su antepasado que están dispersos en museos, como el pulgar de la mano izquierda, que está en el museo Pontoise, y otras partes que están en posesión de coleccionistas privados y en el osario de la cripta de Saint-Denis. (FUENTE: EL CORREO).

No hay comentarios:

Publicar un comentario