miércoles, 4 de septiembre de 2013

Huellas dactilares y su descripción, única imagen para el recuerdo de un asesinado.

El pasado día 7 de agosto se cumplieron 71 años del asesinato por el régimen franquista de David Díez Guinea, de Orduña. Aquellos hombres contrarios a la democracia le dejaron morir en la prisión central de Valdenoceda, Burgos. De Bizkaia, se estima que fueron cinco los muertos. Él fue uno de ellos. La familia del republicano recibió los restos de su pariente en 2010 gracias a las labores de investigación de la agrupación Exhumación Valdenoceda, con la colaboración de la Sociedad de Ciencias Aranzadi. Sin embargo, no cuentan con foto alguna que le recuerden sus rasgos. 



Tanto la familia de Díez Guinea, como Exhumación Valdenoceda y Aranzadi conmemoraron aquella trágica jornada en la que se perdió toda su pista: de pulso vital y de información. Aquel día, tres años después de acabar la Guerra Civil, en el que encargados de la prisión central de Valdenoceda escribieron con lápiz azul y en diagonal Fallecido el 7 de agosto de 1942. Aquel mismo expediente que hoy atesora la Sociedad de Ciencias Aranzadi detallaba que David era hijo de Gregorio y de Paula y esposo de Aurelia Fernández, que tenía 49 años, nacido el 29 de diciembre de 1891 en Orduña y vecino entonces de Villanueva de Carrales, en Burgos. Era labrador que sabía leer y escribir y de su matrimonio tenía cuatro varones y dos hembras con edad de 21 años el hijo mayor y de 10 el benjamín. 

 A falta de fotos, el informe franquista detalla que tenía los ojos azules, cabello negro, cejas finas, ojos pequeños, nariz regular, boca pequeña, cara ovalada y barba oscura. Medía 1,70 metros. Según el documento, Díez fue sentenciado por un Consejo de Guerra en Burgos por un delito de rebelión. La pena impuesta fue de veinte años de reclusión menor.

En el apartado de vicisitudes, el director de la cárcel de exterminio asegura que "fallece el titular de este expediente en enfermería de la prisión", consecuencia de una supuesta insuficiencia aórtica. El 17 de diciembre de 1939 ingresó en la prisión donde se dejaba a los presos morir de hambre porque una persona vecina de Carrales le señaló como hombre de izquierdas. Murió tres años después. En una carta de comunicación de la muerte del republicano, el capitán general de la Sexta Región Militar escribe a su superior en estos terroríficos términos: "Exclamadísimo señor, tengo el honor de comunicar a V. E. que (...) ha fallecido David Díez Guinea".

Otro documento de la época certifica "los objetos que deja de su propiedad". Así citaba, mantas, almohada, petate, botas, petaca, calzoncillos, camisas, correa de muñeca, un candado, carpeta con cartas y fotos, un trozo de jabón, correa de cintura, una cuchara, tres barras de pan, catorce huevos y "en dinero, 6 pesetas". Guardaba víveres porque tanto la mujer como sus hijos eran quienes visitaban al padre de familia en la cárcel del frío, de la humedad, de la inanición. En una de las jornadas de visita, la muerte se cebó con ellos cuando uno de los hijos del matrimonio apareció muerto en el río. Dicen que murió ahogado. 

Ahora, 71 años después, su nieta Ana Rosa Bárcena es una de quienes recuerda a su abuelo. De aquellos seis hijos que tuvo el matrimonio compuesto por David y Aurelia, restan vivos dos, dos mujeres. "De la cárcel y muerte de mi abuelo se hablaba poco en casa porque causó mucho dolor. Sabíamos poco, pero era curioso que mi padre, cada vez que pasábamos por Valdenoceda soltaba una lágrima. Más tarde supimos por qué", evoca.

Enterrado junto a su mujer El ADN de la madre de Ana Rosa y de un tío suyo permitió saber que los restos de aquel enterrado en las cercanías de la prisión era David Díez Guinea. La agrupación Exhumación Valdenoceda hizo entrega de los restos óseos a la familia en un acto celebrado en Madrid. "Fue un día superespecial porque por fin pensamos tenemos al abuelo y sabemos dónde. Ahora está enterrado junto a su mujer. En casa se hablaba de él entre el querer olvidar para no sufrir más", lamenta Ana. Además, el dolor continuó para una viuda a la que en su pueblo le "gritaban de todo" y tenía que sacar adelante a toda su prole. "Quedaron en la miseria y hasta las niñas de 11 años tenían que ponerse a cuidar niños, por ejemplo, de 6... Salieron adelante como pudieron", agrega la familia. La mayoría de los descendientes buscaron su futuro en Bilbao. "Les damos las gracias constantes a la agrupación Exhumación Valdenoceda por su labor ímproba, porque esto les cuesta tiempo, dinero y gracias a ellos aparecen los restos de nuestros familiares. Nunca tendré el tiempo suficiente para darles las gracias", apostilla Bárcena.

Desde esta agrupación dan a conocer que han hecho 26 entregas de restos y "hemos dado un importante avance a las labores de identificación y es probable que, de aquí a final de año, podamos conseguir casi una decena más. Eso sí, ya nos quedamos sin subvenciones. No podremos seguir, a no ser que cambiemos de gobierno o que gobiernos más sensibles, como quizás el vasco, nos ayuden. Nosotros ya estamos secos". (FUENTE: DEIA).

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